La noche estaba serena y hermosa;la luna brillaba en toda su plenitud en lo más alto del cielo,y el viento suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.Manrique llegó al claustro,tendió la vista por su recinto y miró a través de las macizas columnas de sus arcadas...Estaba desierto.Salió de él,encaminó sus pasos hacia la oscura alameda que conduce al Duero,y aún no había penetrado en ella,cuando de sus labios se escapó un grito de júbilo.Había visto flotar un instante,y desaparecer,el extremo del traje blanco,del traje blanco de la mujer de sus sueños,de la mujer que ya amaba como un loco.(...)
Aquella cosa blanca,ligera,flotante,había vuelto a brillar ante sus ojos;pero había brillado a sus pies un instante,no más que un instantes. Era un rayo de luna,un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramos. Gustavo Adolfo Bécquer
martes, 23 de septiembre de 2008
domingo, 21 de septiembre de 2008
BIENVENIDA
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